En medio de graves denuncias, titular de Vivienda dejó el cargo diez días después de descubrirse que asesoraba empresa de chuponeadores.
Por: Lina Godoy
Pensar que el viernes Allison dijo que no renunciaría al cargo.
Rumores. En el Ministerio de Vivienda, los apristas aseguran que regresa Nidia Vílchez, quien el viernes estuvo inspeccionando obras de agua y desagüe que no le competen.
Francis Allison se aferró al fajín de ministro de Vivienda hasta el último minuto. Sin embargo, el gobierno de Alan García, desprestigiado por las denuncias de corrupción que tanto daño le han hecho, no pudo soportar este nuevo escándalo que lo relaciona una vez más con la empresa Business Track (BTR) y las interceptaciones telefónicas que hace once meses hicieron caer a su primer gabinete. Por lo tanto, Allison tuvo que irse.
Esta semana, el Ejecutivo se cerró y no lo defendió. El lunes pasado, el premier Javier Velásquez fue claro al responder que esperaría los resultados de las investigaciones, y los ministros de Economía y de la Producción, Luis Carranza y Mercedes Aráoz, respectivamente, le bajaron el dedo al cuestionar el hecho que no le haya revelado al mandatario su relación laboral con una empresa que realizaba un trabajo ilegal. Los congresistas hicieron lo propio.
Para su desgracia, ni el presidente García lo defendió como lo hace habitual y hasta rabiosamente cuando tocan a uno de sus ministros. El jueves el jefe de Estado dijo que al día siguiente hablaría de Allison, pero no lo hizo y el sábado se fue al norte del país. Todo indica que ayer le dieron el ultimátum y lo obligaron a abandonar la cartera más importante en lo que a programas sociales se refiere, ad portas de una carrera electoral.
Al caer la tarde, Allison hizo su aparición en la misma sala de conferencias del hotel Country Club, de San Isidro, donde el lobista dominicano Fortunato Canaán solía recibir a ministros y funcionarios para hacer “negocios” con el gobierno, gracias a su intermediario, el ex ministro aprista Rómulo León, hoy también caído en desgracia por culpa de los “malditos chuponeadores” que le grabaron sus comprometedoras conversaciones telefónicas.
El ministro de Vivienda llegó acompañado de su esposa –a quien luego olvidó por escaparse de la prensa– y en sólo cinco minutos, sin responder preguntas de la prensa, anunció su dimisión al cargo debido a una supuesta “campaña de difamación en su contra que pretendía convertirlo en un delincuente” y dijo que se iba frustrado porque no pudo concretar su trabajo a favor de los más pobres, entre ellos, los miles de damnificados en el sur del país.
Según indicó, su trabajo se quedó truncado pese a los cambios que había realizado en Forsur y que “había decidido dar un paso al costado por el bien del Perú y del gobierno pues se necesitaba un ministro que trabaje al 100%” y no uno que como él, sólo se dedicaba a defenderse de las acusaciones que aparecían a diario. Su semblante denotaba preocupación. Tenía el rostro desencajado.
Y es que su declive comenzó el 17 del mes en curso con una publicación que revelaba sus vínculos con la cuestionada empresa BTR, y que él demoró seis días en responder. Plantó dos veces a la comisión investigadora y cuando por fin decidió ir el viernes, los congresistas tuvieron que levantar la sesión en menos de una hora porque no quiso colaborar cuando le preguntaron por más personajes que él conocía y que estaban relacionados con BTR.
Se escuchó, también, que Allison quiere quedarse con la presidencia de Forsur –su discurso de despedida tuvo ese tufillo- porque ya fue vacado en la alcaldía de Magdalena del Mar.
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